El descrédito

Los momentos relativos al deslustre o elevación de los individuos, profesiones o tareas se vinculan, entre otros factores, a los tiempos históricos y sus necesidades específicas. Cada momento exige un planteamiento para enaltecer o ensombrecer aquello en lo que nos embargamos, pues, sin género de dudas, el ser humano está incluido en algún quehacer para alcanzar la completitud existencial. Lástima de lo efímero de este tránsito por la realidad. Esto, sin embargo, supone una discusión distinta ya que el objetivo de estas líneas es tratar la devaluación de las ciencias humanas y, de manera más particular, de la filosofía. Los filósofos estamos de capa caída y, aunque sobrevivimos, e incluso algunos logran el éxito y son aplaudidos, el intelectualismo no atraviesa su mejor momento. Es más, podría decirse que estamos tocando los límites de la extinción; nos situamos, como actividad profesional, en los términos de la desaparición para así abandonar la reflexión crítica al diletantismo. No obstante, la última afirmación supone una exageración debido a la necesidad de intelectuales orgánicos que, de manera bivalente, se enfrentarán indefectiblemente a la verdadera inteligencia autónoma y ajena a los intereses privativos. Aunque lo que sí es cierto es un presente nada halagüeño para el colectivo.

Algunos nos empeñamos en escribir, leer y reflexionar sobre el entorno por más que nuestras líneas no sean recibidas con alborozo. Resulta lo contrario, son motivo de rechazo, hastío o desprecio. Una extrañeza anómala y sospechosa en un mundo digitalizado. No corren tiempos adecuados para el pensamiento, se ha impuesto la inmediatez y el tiempo se escapa entre los dedos si no es dedicado a alguna actividad productiva. La cavilación, la discusión o la lectura pausada resultan elementos ajenos e incluso equívocos; un lastre del que desembarazarse en la alocada carrera hacia un éxito vinculado a lo pecuniario y que por definición nunca se produce. De manera obligada la frontera se aleja a cada paso y resulta imposible su consecución, es lo que tiene la sociedad del rendimiento, que diría Byung-Chul Han, en la que nos hemos instalado.

La deriva lleva tiempo fraguándose, pero como bien analizó la Escuela de Fráncfort, el triunfo de la razón instrumental a la sombra del proceso ilustrado terminó por rematar a una disciplina que alcanzó su cénit en ese mismo momento. Después de más de dos mil quinientos años de historia, con periodos ininterrumpidos de éxito, como la Antigüedad, el Medioevo o incluso la propia Modernidad, llegó el irremediable ocaso al imponerse el pragmatismo científico y técnico vinculado al rédito mercantil y el ascenso del capitalismo. De indudable beneficio para el conjunto social, este modo de empleo de la razón ha desdeñado ámbitos fundamentales para el ser humano y quizás en este punto se explique la quiebra del proyecto ilustrado supuestamente orientado al progreso continuo en base a la racionalidad, la mejora constante fundada en la universalización de la cultura y la democratización del empleo de la crítica intelectual. Este planteamiento nos llevaría a la superación de los problemas morales, políticos y sociales arrastrados durante centurias. Empero, el triunfo de la razón instrumental podría traducirse en dos guerras mundiales, la degradación irreparable del medioambiente y la amenaza constante de crisis y conflicto militar. No sé qué pensarían los ilustrados empeñados en hacer uso de la filosofía para erradicar el oscurantismo y el peso de la tradición contraria al tan cacareado avance colectivo, pero probablemente sentirían pavor ante el reverso contraintelectualista vivido actualmente.

Tirando de una de las figuras señeras de la Escuela de Fráncfort, Erich Fromm, podemos referenciar a este respecto su obra El miedo a la libertad. En su análisis psicoanalítico con toques marxistas profundiza en el fenómeno de los fascismos y la entrega colectiva de la libertad haciendo varias paradas para comprender la terrible deriva que condujo de las promesas ilustradas al horror más descarnado. En este punto, es importante destacar su examen concerniente al cambio de mentalidad producido durante la Reforma. Su propuesta, apoyada en La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber, asume el cambio de posicionamiento operado por el luteranismo y el calvinismo en relación al papel del ser humano. Si bien durante la Edad Media la moral religiosa se orientaba a un trabajo destinado a la subsistencia y en el que cabían distintos sustratos sociales, la ruptura operada por el protestantismo fracturó esta disposición para incluir la profesión de fe como elemento nuclear. Aquí, el componente de la predestinación como ingrediente clave para la religiosidad dejaba de lado la posibilidad del libre albedrío para entregar al ser humano a un Dios severo que marcaba el destino individual de manera ineludible. El sujeto se vuelve insignificante y naufraga ante la responsabilidad incluida en el ejercicio de la libertad. Las buenas obras resultaban superficiales, pero, sin embargo, podían encontrarse síntomas para vencer esta indigencia existencial: el triunfo individual marcado por el rigorismo ético establecía señales de salvación.

El mundo cambió en este punto, la irrupción del capitalismo y la consecución de un provecho económico remarcable para situar al individuo frente al colectivo marcaron un antes y un después cuyas consecuencias pueden experimentarse actualmente. La disposición al trabajo en una sociedad productiva deja arrinconadas todas aquellas disciplinas no productivas a un nivel económico. Este es el triunfo de los personajes vacíos que pueblan las redes sociales, de los peleles intelectuales incapaces de profundizar a nivel reflexivo y de la sobrepoblación de atrevidos ignorantes decididos a dejar de lado el pensamiento por considerarlo inútil y accesorio. Ante este panorama resulta complicada la actividad filosófica, pero quedan resquicios para la esperanza, pues seguimos presentes y, de alguna manera, siempre habrá alguien dispuesto a detenerse a pensar durante unos instantes.

2 comentarios en “El descrédito

  1. Hasta el presente he aprendido gracias a nuestros profesores lúcidos, ¿ qué es la filosofía ?.
    Para ello decían lo importante es hacerse la pregunta central.
    ¿ Cómo nos organizamos en comunidades humanas ?
    1)¿ siguiendo criterios religiosos ?
    2) ¿ de la voluntad de los hombres ?
    3) ¿ siguiendo la voluntad de la naturaleza ?
    En consecuencia, la filosofía es : un pensamiento sobre la realidad, y esa realidad es el modo que se inscribe el hombre sobre el mundo.
    Al día de hoy, no he podido mejorar esta definición.
    Si la tomamos como válida, entonces estimado Nacho, permitirás algunas reflexiones.

    Siguiendo paso a paso tú exposición intentaré ordenar en una secuencia lógica.
    Entonces pensamiento, realidad, hombre y mundo, obliga a desmenuzar su significado.
    El pensamiento es una consecuencia de la insatisfacción. Puede permitirse con la libertad que le es propia algunos lujos que confirman su poder, asumiendo que muchas veces se abusa del mismo. Es decir, el pensamiento juega con sus propios agobios.
    Por ejemplo, se interroga a sí mismo ampliando su reflexión.
    Es ahí donde medimos sus debilidades o abdicaciones. Pero si el pensamiento se identifica con sus propias deficiencias y, no con sus límites ( esto es tarea metafísica ), el pensamiento renuncia al pensar, pues solo se sostiene de su sensibilidad subjetiva.
    Llegados a este punto, la pregunta sería entonces, ¿ qué le queda al pensar ?
    ¿ Acaso no lo mencionas tú estimado Nacho que vivimos un tiempo adverso donde solo está presente la inmediatez, la actividad productiva, lo pecuniario ?
    Y aciertas al mencionar quién ganó la partida. Decenios poblados de estructuralismos, fórmulas abstractas, vaga percepción positivista…
    ¿ Dónde terminó esto ?. El pensamiento mundial ha conferido una facies patológica seguido por una larga anorexia y carencia de alimentos adecuados.

    En la actualidad nada es más evidente que el NO pensar. Pero tiene un rasgo característico donde se juega la suerte de nuestra cultura.
    Un conformismo social y político grosero, abúlico, ávido de todo éxito y, rechazo del bien, rechazo de hablar sobre la verdad, donde el planeta entero muere bajo las estipulaciones o convulsiones de energías NO dirigidas a la vida, sino, en busca de exigencias prácticas inmediatas.

    Este desarme del pensamiento bajo el imperio obtuso de la dictadura del mercado, solo se nutre del rumor más estridente, pero a cambio de silencios interiores inconscientes.

    La pregunta del millón sería : si damos como válida la definición de filosofía, la cual involucra pensamiento, realidad, hombre, mundo, y en el caso que tú mencionas donde la misma pasa por el peor momento del intelectualismo y el límite de la actividad profesional, ¿ quién, y cómo nos organizamos en comunidades humanas ?
    Cómo sería la Atenas del futuro sin Sócrates y por lo tanto sin Platón ?

    Saludos respetuosos, gracias por permitir la reflexión.
    No te deseo suerte, sí, éxitos.
    La suerte, rara vez entra por la puerta de los sabios.

    .

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  2. Estimado Horacio,

    Gracias como siempre por tus valiosas aportaciones, consienten con el pensamiento y ofrecen una perspectiva erudita y complementaria.

    Efectivamente, estamos bajo la losa de la inmediatez y de las potencias antivitales, pero, como indicas, siempre queda espacio para interrogarnos sobre nuestro lugar en el mundo. A pesar de la oda contemporánea contra la inteligencia, queda espacio para la reflexión, pues, de manera inequívoca, la pulsión filosófica late entre nosotros, aunque se pretenda su erradicación.

    Muchos éxitos también para ti.

    Un saludo afectuoso.

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