La búsqueda de la notoriedad

Parece ser que Andy Warhol, además de revolucionar el ámbito de la creación plástica, fue capaz de adelantar lo que nos iba a deparar el presente. Entendió que la vulgaridad y la repetición técnica iban a convertirse en elementos cercanos al arte y por este motivo profesionalizó la reproducción artística y consiguió con The Factory lo que nunca antes se había logrado: transformar la genialidad creativa en algo inserto en la productividad capitalista. De este modo, y como si de una industria cualquiera se tratase, incluyó bajo su protección a un innumerable conjunto de artistas que supieron devolver a su mecenas parte de la inversión inicial para la promoción y manutención de los creadores. El arte se convirtió de manera definitiva en un elemento más de consumo equiparable a cualquier otro producto industrial.

Esto tampoco era realmente nuevo, aunque el estadounidense fuese el primero en rentabilizarlo de manera profesional. En el año 1936 Walter Benjamin había publicado el ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, el berlinés ya había adelantado que la productividad técnica terminaría con la singularidad de la obra artística. Con la llegada de la producción industrial el arte se universalizaría y caería en su politización debido a la pérdida del aura que emparentaba la creatividad con el arte puro.

No obstante, Warhol sí que tuvo un punto de verdadera originalidad cuando supuestamente adelanto lo siguiente: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por quince minutos de fama”. Ese día parece que ha llegado y se busca la notoriedad a través de las redes sociales, pues el alter ego digital parece estar tomando más importancia que la vida analógica en la que estamos sumidos diariamente. La escapatoria a la realidad cotidiana se encuentra en la virtualidad en la que en mayor o menor medida nos sumergimos constantemente. Nuestros usos, nuestras costumbres y la manera de relacionarnos se han transformado completamente debido al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.

Esta alteración de nuestra cotidianidad no es necesariamente mala, pues de manera diáfana internet ofrece múltiples ventajas a la hora de establecer vínculos con comunidades y lugares apartados. Las distancias se han eliminado ya que por medio de la virtualidad podemos llegar hasta los rincones más recónditos del planeta. Sin embargo, la positividad de las tecnologías contemporáneas se ve desplazada por la vulgaridad que ha inundado este terreno. Estas plataformas para la comunicación inciden en el narcisismo más pueril y en la apariencia de perfección que provoca un descrédito de lo sensible; parece que es más importante la envoltura externa que el contenido. Hay que aparentar felicidad, seguridad y esto choca con los otros con los que nos encontramos todos los días. La red de redes nos brinda la oportunidad de dejar atrás las inseguridades, imperfecciones y demás contrariedades a las que tenemos que hacer frente en nuestra vida. De hecho, da la impresión de que se propone una merma de la vitalidad, pues se procuran esquivar aquellos elementos que, aunque implican la vida en su plenitud, resultan molestos.

Lo más preocupante va asociado a la reducción de la reflexión que se experimenta en el comprimido mensaje transmitido desde las redes sociales. Tenemos escasos segundos para lograr la popularidad perseguida, la oferta es ilimitada y resulta complicado llamar la atención del espectador. De este modo, es requisito indispensable una imagen potente que vaya acompañada por un escueto mensaje que despierte al receptor. Este reduccionismo conduce a un maniqueísmo radical aprovechado por la política para hacer campaña. Ya no es necesario contar con cierta capacidad retórica o argumentativa, los escasos caracteres con los que se cuenta no permiten elaborar un discurso profundo. Todo se reduzca a lo bueno y a lo malo, al blanco y al negro. Es decir, o estás conmigo o estás contra mí.

Aquí entra en juego el odio, uno de los sentimientos más fuertes y adictivos que existen. De hecho, por medio de esta animosidad negativa es posible crear filias y comunidades virtuales unidas por la aversión a algo, a alguien o a colectivos. Esta enemistad suele estar orientada hacia el débil, hacia el desposeído y hacia aquellos incapaces de defenderse. Es por esto que en los últimos años los espacios dedicados a la supremacía racial, el integrismo religioso o la repulsa del progresismo social y comunitario se han multiplicado exponencialmente.

En estos nichos de antipatía se alimenta la sinrazón de los desplazados de la vida física, en el espacio virtual los inadaptados encuentran la posibilidad de que su voz sea escuchada y sus acciones admiradas. No es extraño que el radicalismo islámico se nutra de esta realidad, así los jóvenes marginados europeos hijos de inmigrantes encuentran una supuesta comunidad que les ofrece apoyo. La extrema derecha, cercana en planteamientos al integrismo musulmán, también establece una red de resentimiento profundo que permite combustionar la mente de incontables jóvenes sin acomodo en un mundo inaguantable por su exceso de realidad. Esto es lo que tiene la virtualidad, ofrece la garantía de que habrá alguien parecido y con las mismas inseguridades. Por supuesto, esto garantiza cierta seguridad y respaldo y permite la huida de un mundo que no funciona como queremos.

El hecho es que el odio es uno de los motores de la sociedad y esto se vincula con la persecución de notoriedad en la que estamos sumidos. Warhol lo había adelantado, tendremos nuestros quince minutos de fama, aunque sea asesinando indiscriminadamente o ejecutando con frialdad y sadismo. Además, y puesto que estamos sumidos en la época de la reproductividad técnica, estos hechos se replican una y otra vez estableciendo comunidades digitales cuyo único nexo es la enemistad y la simpleza del mensaje proferido. Frente a esto solo cabe el empleo de la inteligencia, pues esta es el arma definitiva contra el rencor y la oscura animosidad que inundan las redes sociales.

Un comentario en “La búsqueda de la notoriedad

  1. Totalmente de acuerdo con tu artículo, sobre todo con el final, pues lo más importante es no dejar nunca de formarse para que la reflexión y el espíritu crítico nos acompañen siempre.Un beso.Laura.

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